lunes, agosto 22, 2011

El Dios de la victoria y del juicio

Sal 76:10 Ciertamente la ira del hombre te acarreará alabanza; tú reprimirás el resto de las iras.

Los hombres malos son airados. Su ira tenemos que soportar como la insignia de nuestro llamamiento, la señal de nuestra separación de ellos: si nosotros fuéramos del mundo, el mundo amaría lo suyo. Nuestro consuelo es que la ira de hombre será hecha para redundar en beneficio de la gloria de Dios. Cuando en su ira el malo, crucificó al Hijo de Dios, ellos sin ser consciente, cumplían el plan divino, y en miles de casos la premeditación de los impíos es hacer lo mismo. Ellos se piensan libres, pero como presidiarios en cadenas ellos inconscientemente trabajan en los decretos del Todopoderoso.
Las estrategias de los los malos son anuladas para su derrota. Ellos actúan de un modo suicida y se confunden en sus propias planificaciones. Nada saldrá de su ira que pueda hacernos un verdadero daño. Cuando ellos quemaron a los mártires, el humo que hizo volar de la estaca a los hombres puestos enfermo de papismo más que nada además.
Mientras tanto, el SEÑOR tiene un bozal y una cadena para osos. Él refrena la ira más furiosa del enemigo.
Es como un molinero que retiene la masa del agua en el arroyo, y lo que no permite que fluya se utiliza para el giro de su rueda.

Todo está bien, por mucho que sople el viento.

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