lunes, julio 18, 2011

El Desierto, un lugar de comunión.

"Por eso, ahora voy a seducirla: me la llevaré al desierto y le hablaré con ternura. " Oseas 2:14

Es por la bondad de Dios, que al vernos seducidos por el pecado, resuelve tratar en nosotros las tentaciones más poderosas, conducidos por amor. Debemos recordar que nuestro DIOS es el Amante de nuestras almas y es el primero en extender su mano sobre nosotros y traernos desde las fascinaciones del mundo. Lo hará una y otra vez, cada vez que nos vea atrapados por el mal.

Él promete sacarnos aparte, porque así, puede tratar de mejor forma con nosotros. Es en este lugar separado, no en un paraíso, sino en un desierto, que no habrá nada que nos pueda distraer y quitar nuestra atención de nuestro Dios.

En los desiertos de tribulación, la presencia del Señor se convierte en todo para nosotros, y apreciamos su compañía más allá de cualquier valor que creamos en él, en aquellos momentos que sentados en nuestra propia vid e higuera en la sociedad, descansados, acompañados y distraídos podamos tener. La soledad y la aflicción atraen más de nosotros al Padre celestial, que cualquier otro medio.
Cuando nos seduce y nos aísla, el Señor tiene cosas que decirnos, lecciones que debemos aprender, Él "habla a nuestro corazón".

¡Atraídos por el amor, separados por la prueba, y consolados por el Espíritu de la verdad, podemos conocer al Señor y cantar de alegría!

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