"Tienes que entender que Dios ha sido muy paciente y
bondadoso contigo, esperando que cambies. Pero tú piensas que su paciencia
nunca termina y no te das cuenta de que él es bueno contigo para que cambies tu
vida. Pero eres terco y no quieres cambiar, y así estás acumulando la ira de
Dios. El castigo te llegará el día en que Dios muestre toda su ira. Ese mismo
día, Dios mostrará que juzga correctamente y con justicia. Dios pagará a cada
uno según lo que haya hecho."
Romanos 2:4-6.
Es muy fácil confundir la paciencia de Dios con la
aprobación equivocada de nuestra manera en que vivimos. La conducta del mundo,
por lo general es egocéntrica y a menudo corrupta, y es rechazada por los
cristianos, sin embargo podemos evitar muchas de las costumbres del mundo, sin
dejar de ser orgullosos, codiciosos, egoístas, obstinados y arrogantes. Es el
Espíritu Santo quien renueva, educa y orienta nuestra forma de pensar,
experimentando un cambio, no de aspecto, sino de personalidad, transformándola
de acuerdo a lo que es bueno y agradable a sus ojos, y en directa consecuencia,
lo que es verdaderamente bueno para uno. Es nuestra manera pertinaz de
obstinación de no cambiar, aunque haya argumentos más convincentes, que
resuenan en nuestra alma e intelecto, que van en contra a nuestra idea de
identidad en Cristo, dando mayor importancia a los logros y el éxito a los ojos
de los demás de modo de demostrar, de formar errónea por cierto, bendición de
DIOS.
Porque Dios es bueno, tardo para la ira y grande en
misericordia, atrasa su juicio esperando el cambio en nuestras vidas, pero este
tiempo de paciencia y misericordia tiene su fin, tanto como al momento de
nuestra muerte, como al regreso de nuestro Rey Jesús el Mesías, el Hijo de
DIOS, el Todopoderoso. La condenación no viene por lo que se desconoce, más
bien por lo que uno hace con lo que sabe. Aunque se diera el caso que una
persona nunca ha visto una Biblia, si sabe diferenciar entre lo bueno y lo
malo, siendo juzgado por no tomar en cuenta las normas que su conciencia dicta.
Tampoco nos podemos engañar, suponiendo que las buenas
obras, son muestra de nuestro cambio, porque no salvan, sino más bien la
entrega total a Dios, queriendo agradar y haciendo su voluntad en nuestra vida
cotidiana, dando gracias por todo y aceptando el camino que se nos ha trazado.
Las buenas obras son consecuencia de nuestro agradecimiento a Dios por lo que
ha hecho, pero no como prerrequisito.