Destino y Fortuna.
"Pero a ustedes,
que abandonaron al Señor y olvidaron mi monte santo, que preparan la mesa y
llenan las copas con vino para los dioses Fortuna y Destino
respectivamente," "yo les tengo destinada una muerte violenta. Todos
ustedes se inclinarán para ser degollados, porque yo los llamé y ustedes no me
respondieron. Yo les hablé y ustedes no me escucharon. Hicieron lo que yo
consideraba malo y eligieron lo que no me agradaba".
Isaías capítulo 65
versículo del 11 al 12.
En el principio DIOS
creó la luz. Nuestro DIOS y Señor, con su voz de mando dijo: “Que exista la
luz”, e inmediatamente hubo luz.
¿Qué había antes de
que existiera la luz? Una completa oscuridad.
DIOS nos ha regalado
la luz, para mostrar el camino hacia Él, y que no anduviésemos en las tinieblas.
DIOS envió aquella
luz al mundo, a su hijo, nuestro Señor Jesús el Cristo, quien nos ha revelado
el camino. ÉL es el camino.
Abandonar el camino,
es abandonar al Señor, y decidir buscar su propio destino y hacer su propia
Riqueza, depositando su esperanza, en la buena suerte.
Olvidar su monte
santo, es dejar de tener memoria de la verdadera adoración a DIOS, es decidir
disfrutar de la buena vida: seguridad financiera y emocional, rodeada de
aduladores y gozando del fruto de su trabajo. Es crear sus opiniones, basados
en su ilusoria sabiduría, implantando su propia moralidad. Admiran sus logros,
en su soberbia, saben quiénes son y a dónde se dirigen, avanzando con confianza
para alcanzar sus metas, pensando que son eternos y que no serán ellos
consumidos por la desgracia.
¿Qué será de aquel
que decide abandonar el camino tras el sentido común y la prudencia?
¿Qué será de aquel
que por estar ocupado en sus quehaceres y las riquezas de este mundo, olvida
quien es la luz?
¿Qué será de aquel,
que siguiendo opiniones de hombre, abandona el temor al Omnipotente?
¿Qué será de aquel,
quien ahoga la luz de su lámpara en medio de la noche obscura, pretendiendo
ocultarse de la mirada de DIOS?
DIOS, quien va y
viene entre el cielo y la tierra, es ÉL que en sus puños retiene los vientos y
en sus manos retiene los océanos. Es nuestro DIOS Todopoderoso, creador de todo
lo que se ve y lo que no se ve. Es ÉL quien amándonos, nos extiende sus brazos,
por medio de su Hijito amado.
¿Quién es aquel que
podrá rechazar su amor? Quien prepara la mesa y llena las copas con vino para
los dioses Fortuna y Destino.
El DIOS de Abraham y
de Jacob, defiende a cuantos acudan a ÉL en busca de protección. Porque toda
palabra de DIOS es verdadera.
La paz de los hijos
de DIOS, no es la del mundo, es paz dada para todo bien, y es el Espíritu Santo
quien nos ha guiado a todo lo que es real y verdaderamente bueno. Es la paz a
partir de nuestra justificación ante Dios. Cristo, Él mismo es nuestra paz.
El hombre de hoy, ha
puesto como señor y dios, al propio hombre. Aquel reino decreta que se debe
tomar de la vida, todo lo que ofrece; fluir sin sufrimiento, buscar lo que les
gusta y apasiona, vivir sin culpas absurdas que opaquen esos momentos, evitar
el camino del sufrimiento, escuchar la intuición, ser observador de las
abominaciones y crueldades sin juzgar. Sin embargo, hay un hombre que es más
peligroso, y que lleva por su camino a otros, admirados de su piedad, y enseñando
su propio camino al reino celestial. Aquellos hombres son admirados por su pose
de bondad, y sus obras de caridad que justifican su salvación, pero viven como
si no existiera DIOS. Ellos serán aborrecidos, cuando den cuenta delante del
que es, y que era, y que ha de venir, Jesús el Hijo de DIOS.
La paz que el mundo
nos ofrece y sus verdades para disfrutar de la vida, solo llevan a la evasión,
la que viene a evitar nuestra responsabilidad ante DIOS y su palabra.
Pero hay esperanza,
para aquellos que reconozcan sus faltas y errores frente a DIOS, y se sometan a
la voluntad del Rey y Señor Jesús el Hijo de DIOS.